5 Armas Biológicas y Químicas que se utilizaban en la Antigüedad
Flechas envenenadas, plantas tóxicas o el imparable fuego griego llevaron la guerra a otro nivel.
La tecnología militar es uno de los aspectos en los que más esfuerzos han puesto los estados a lo largo de la historia. Y, aunque el concepto “arma biológica” suena muy actual, el mundo antiguo supo observar y experimentar con diferentes elementos naturales para crear las primeras armas químicas y biológicas de la historia.
Existe cierta convención social, fruto del cine y los distintos formatos de ficción, de tomar la guerra en la Antigüedad como acciones guiadas únicamente por la habilidad y el valor del combatiente, siempre cara a cara contra su enemigo. A los arqueros y honderos, se les toma por cobardes, pues usan armas a distancia. Como si imperase un honor que imposibilitara cualquier artimaña con la que sacar ventaja en una contienda. Nada más lejos de la realidad. Estamos hablando de la guerra, aquí vale todo. Y los primeros ejemplos, griegos y romanos los tenían en sus propios dioses y héroes mitológicos, seres astutos que tiran de picardía constantemente para lograr sus caprichosos objetivos. Más allá de los mitos, numerosas fuentes prueban el uso de armas biológicas y químicas en la Edad Antigua.
Flechas envenenadas
Cuando Hércules se enfrentó a la Hidra, comprobó que su fuerza no era suficiente. Por cada cabeza que cortaba, al monstruo le volvían a salir dos. Logró hallar un remedio: untó resina de pino en los cuellos cortados y le prendió fuego para que cicatrizara la carne y así impedir la regeneración. Una vez vencido el monstruo, Hércules abrió el cuerpo y mojó las puntas de sus flechas en el veneno de la Hidra. Esta es, posiblemente, la primera muestra de arma biológica que podamos leer en la literatura occidental.
Además del héroe legendario, en la realidad del mundo antiguo se empaparon flechas en veneno de serpiente, plantas venenosas y sustancias inflamables. El uso de veneno en las flechas estaba tan extendido que hasta comparten etimologías. En griego antiguo, la palabra “veneno” es “toxicon”, que proviene de “toxon”, término que significa “arco”.
Los escitas fueron un pueblo nómada de las estepas de Europa del este y Asia. Eran temidos por su habilidad como arqueros, lanzando flechas desde sus caballos con una destreza que producía estragos en los enemigos. Tenían su propia receta venenosa para sus flechas: el scythicon, una mezcla de veneno de serpiente, restos de animales podridos, sangre humana y heces. Un flechazo podía no matar en el acto, pero si el proyectil iba impregnado con este mejunje, la infección acabaría lentamente con el herido: vómitos y diarreas se sucederían con dolores en todo el cuerpo, gangrena y, unas horas después, la muerte.
Gas tóxico
Un buen ejemplo del uso de estas armas a pesar del honor que se atribuye a la guerra del mundo antiguo lo tenemos con los mismísimos espartanos. En la guerra del Peloponeso contra Atenas, los tan afamados soldados lacedemonios atacaron la ciudad de Platea con gas tóxico. Según cuenta Tucídides, prendieron fuego a un montón de madera bañada en brea y azufre. El resultado fue un fuego incontrolable que desprendía gases nocivos para la salud de aquellos que lo inhalaron.
Bombas venenosas
Hubo tácticas de ataque de lo más sorprendente. Los partos lanzaban recipientes de arcilla a sus enemigos que, al romperse, liberaban avispas, insectos venenosos o escorpiones. Esta práctica añadía el miedo que podían generar estos animales en el rival. Aníbal Barca es uno de los militares de la Antigüedad a quien se le atribuye un gran cuidado en su puesta en escena para imponer terror psicológico a sus enemigos. El cartaginés solía despertar miedo con el avance de sus elefantes, pero también lanzó serpientes venenosas sobre las filas enemigas.
Agua contaminada
Durante la edad antigua y, sobre todo, antes de la existencia del juramento hipocrático, el conocimiento de los médicos y curanderos del momento tanto servía para salvar vidas, crear drogas o acabar con enemigos. Hay fuentes que acusan a Nebros, un médico griego, de haber envenenado el agua de la ciudad de Cirra.
En el siglo VI a. C. tuvo lugar la primera guerra sagrada, en la que una unión de tribus griegas se enfrentó a los cirrenses por sus continuos robos y malas formas empleadas con los peregrinos que acudían al templo de Delfos. La Liga de Delfos contaminó el agua de la ciudad de Cirra, lo que hizo que los hombres que defendían el asedio tuvieran que abandonar sus puestos por dolores y diarrea incontenibles. La planta utilizada para este hecho fue el eléboro, repleto de toxinas y elementos químicos que podían causar diarreas, delirios, asfixia y hasta paros cardíacos.
Fuego griego
Hacia el siglo VII, Calínico inventó esta poderosa arma. Todo un logro científico y militar; una desgracia terrorífica para quienes lo sufrieron. Se trataba de una mezcla de nafta (un material inflamable), azufre, cal viva y resinas que se lanzaba en un chorro desde barcos equipados con tubos de bronce por donde bombeaban el compuesto. Una vez prendido, no solo emanaba un fuego imposible de apagar, sino que la cal viva hacía incrementar el calor al entrar en contacto con el agua.
El Imperio bizantino lo empleó contra los musulmanes que atacaron Constantinopla. La adaptación de este invento a la ficción nos traslada a la serie “Juego de tronos” y el uso del temido fuego Valyrio.
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